lunes, 25 de enero de 2016

A 666km

Hola, personitas de la red:

Sé que este título suena un poco macabro, pero nada más lejos de la realidad.
Lo cierto es que a 666km se encuentra mi casa. En la última entrada que publiqué, hablaba de que al fin había entrado en medicina, y en esta, toca contar la experiencia -lo siento, no os libráis de esta-.

Tras todo el lío anterior, me mudé a Madrid el 1 de septiembre, ya que al día siguiente teníamos un acto de presentación. Las clases no comenzaban hasta el día 9, y allí estaba yo, muerta de miedo, en una ciudad que no conocía y sola, ya que mi madre y mi hermana se habían quedado en casa y mi padre ya había vuelto a ella.

Pues bien, la acogida fue magnífica, y poco a poco me empecé a entusiasmar con todo, desde la ciudad hasta las clases, pasando por los amigos, con los que he vivido mil y una aventuras que contaré en otra ocasión.
He de decir que nunca pensé que me aceptarían tan bien, ya que mi personalidad es, digamos, especial, y ellos me quieren como soy, y yo a ellos.

Todos somos unos frikis de la carrera, en el buen sentido, obviamente, y es que incluso cuando salimos los fines de semana no somos capaces de desconectar: en nuestras caras se ve un sueño, la alegría de haber triunfado y conseguido tan difícil meta, y la ilusión de quien sabe que le queda todo lo mejor por delante.
Nos quejamos una y mil veces de las clases, de los profesores, de los horarios y, por supuesto, de los exámenes, pero apostaría mi mano derecha (la izquierda no, que es con la que escribo) a que ninguno sería más feliz estudaindo otra cosa.
Las asignaturas ahora son tediosas y poco tienen que ver con la profesión de Galeno, pero con todo y con eso, lo llevamos lo mejor que podemos y soñamos con ponernos batas blancas todos los días, porque eso significará que podemos ayudar a las personas.

Un profesor dice que en medicina, llegar al cinco es no estar seguro de lo que se hace, debatirse entre una decisión fatal u otra que salvaría la vida de una persona. En medicina se busca la excelencia, porque para que una persona deje su vida en tus manos, debes estar muy seguro de lo que haces.
Ahora no lo comprendemos; pensamos que es injusto el hecho de tener que aprobar con un siete, pero estoy totalmente segura de que en el futuro recordaré sus palabras con cariño pensando que tenía razón.
Ese es solo uno de los pocos profesores que tengo, unos mejores y otros peores, pero que siento me van a ayudar a formarme, no solo como alumna, sino como persona.

Es muy duro estar tan lejos de la gente que quieres y que necesitas, y a veces te entran ganas de dejarlo todo y volver a casa, pero luego, recuerdas todo lo que has sufrido (y lo que te queda por sufrir), las ganas con las que empiezas la carrera y con las que terminarás, los miles de recuerdos vividos y, sobre todo, la profesión que vas a ejercer, y estás seguro de que quieres seguir adelante, cueste lo que cueste.

Dicen que los médicos, al explicar por qué les gusta su profesión, incluso lloran, o que van al hospital todos los días con la misma ilusión de siempre. Lo cierto es que no puedo esperar a que me pase a mí; me muero de ganas.


Buenos días: 
Lulú