domingo, 22 de marzo de 2015

Amélie


Hola a aquellas personas que me lean de vez en cuando...
En mi día dedicado a mí, además de hacer unas cuantas manualidades, he decidido ver un par de películas que llevaba mucho tiempo queriendo ver.
En primer lugar he visto <<Dando la nota (pitch perfect)>>, que no está mal, pero que realmente es una americanada de cantarijos -como diría mi madre- perfecta si no te apetece pensar demasiado.
Tras eso, he pasado a ver Amélie. La verdad es que no me ha decepcionado en abosluto. Es más: me he enamorado de Nino, y es muy probable que se lo robe a Amélie y lo secuestre o algo, porque como él pocos quedan... O mejor dicho, ninguno.
Por lo que se ve a nadie ya le apetece soñar. Nadie disfruta de los pequeños detalles, ni colecciona momentos únicos. No. En lugar de eso, todos ahora hacen lo mismo, en los mismos sitios y a la misma hora.
Lo cierto es que si la envidia fuera tiña... ¡Daría lo que fuera por ser Amélie! Mataría por tener esa capacidad de ver la vida de otro modo, de ser lo suficientemente abnegada como para ofrecer mi tiempo sin esperar nada más a cambio que una sonrisa -la escena del ciego al que ayuda me partió el corazón-, pero sobre todo, mataría por encontrar a alguien que vea la vida de una forma parecida a como yo la veo.
De todos modos, esto solo pasa en las pelis. No todos los días te llega un físico y te explica por qué la ropa de los hombres es más brillante en luz violeta que la de las mujeres (véase Eddie Redmayne en <<La teoría del todo>>, otro personaje que me ha robado el corazón), ni un chico en moto que colecciona pisadas en cemento, risas raras y fotos rotas. Pero, ¿y si sí?
Habría que estar muy loco para hacer lo que Amélie hizo y jugar al ratón y el gato con un hombre que no conoce y que bien podía ser un psicópata, pero creo que en eso consiste tanto el espíritu del personaje como de la película: en soñar.
Sinceramente, no creo que sea casualidad que dicha película empiece con la frase: <<El  3 de septiembre de 1973, a las 18 horas, 20 minutos y 32 segundos, un moscón de la familia de las Calliphorides, capaz de batir las alas 14000 veces por minuto, se posaba en la calle Saint- Vincent de Montmartre>>, y que nos deje caer así como el que no quiere la cosa que la primera escena habla de Montmarte, el barrio bohemio de París, que es, además del barrio en el que vive la protagonista,

 cuna de las letras, del amor, de las artes y, sobre todo, de los sueños no solo de una cuidad, sino de una época.
Lulú.




Tenía que ponerla, aunque fuera en plan subliminal, porque me encanta y punto.



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