domingo, 2 de agosto de 2015

Tras la tormenta, llega la calma.

Hola, a tod@s aquell@s que me leen -si es que alguien lo hace-, aquí va una foto actual de una futura estudiante de medicina.
 
Lo sé, mi madurez se respira en el ambiente...
Dedico esta entrada a lo mucho que he luchado por entrar en mi carrera soñada: medicina. Lo cierto es que llevo desde niña queriendo estudiarla, aunque haya tenido algunos momentos de debilidad y La Haya repudiado hasta casi odiarla -perdón, Hipócrates-, y por fin lo voy a conseguir.
Selectividad fue una completa odisea, ya que -para variar- corrigieron a la baja, y tuve que reclamar. No obstante, y para no quedar fuera de plazo, ya que en Andalucía se hace todo con tranquilidad, fue necesario que me preinscribiera, por lo que cuando salieron los resultados de la reclamación (no sin antes haber tenido que llamar a Cádiz para que me los enviaran porque no llegaban), los mandé de nuevo a todas las universidades.
Todo marchaba sobre ruedas hasta que comenzaron a salir las listas de admisión, en las que yo no subía del puesto 300 en lista de espera aquí en Andalucía. En otras comunidades, más de lo mismo, aunque no tan abajo en los puestos. Finalmente, conseguí ser admitida en varias universidades, aunque todas muy lejos de casa, y aunque odie esta ciudad a muerte, quiero mucho a mi familia. 
Opté por matricularme en Valladolid, porque era lo más cercano relativamente y porque además una tía mía vive en un pueblo de al lado. Aquí es cuando llega el problema: la matrícula era presencial. Entonces, nos liamos la manta a la cabeza y salimos de noche hacia Allí, y llegamos por la mañana, directamente a la facultad a matricularme. Tras diversos problemas de entendimiento  en los que prefiero no entrar, por fin lo había conseguido: oficialmente iba a ser médico.
Con todo y con eso, nos fuimos a Madrid (sin remordimientos, ok no) y nos presentamos en la UAH, donde tras recorrernos el campus para nada ya que nos mandaron al edificio que está en la ciudad, me modificaron mi nota de selectividad personalmente (no lo habían hecho por mil cartas que hubiera mandado), con la esperanza de que me admitiesen el día 28, y finalmente, nos fuimos al pueblo de Asturias, donde no hay casi internet y la lié para mirar las listas, en las que no resulté admitida. No contenta con ello, llamé a la UCM a ver si habían modificado mi nota, y unas chicas muy amables lo estuvieron haciendo mientras mi madre hablaba con ellas por teléfono. La UAM también contactó conmigo, pero la URJC se hacía de rogar, así que muy a mi pesar tuve que adelantar el viaje de vuelta para pasarme por allí.
Y allí iba yo, sola, en un bus, dispuesta a comerme Madrid (en realidad echaba de menos a mi mamá), sólo para que me dijesen que no estaba admitida. Debo recalcar que nunca he visto ciudad tan bonita, sólo por haber llegado a ella.
Pues bien, yo solita me recorrí media España y tres cuartos de Madrid para ir a la URJC, y fui a un edifico donde me mandaron a otro. Allí, tímidamente pregunté por mi nota, y una mujer sentada frente a un ordenador e pidió el DNI y me dijo que cuál debía ser mi nota. La modificó en el acto, ya que tenía una carta que yo mandé desesperada desde el pueblo, y yo le pregunté por el puesto en el que están en la lista de espera, deseando al menos llegar al 30. Me respondió que no estaba en lista de espera, sino que me iba a admitir porque la nota de corte estaba más baja de la mía.
No me lo podía creer. ¡Iba a estudiar medicina en Madrid! Mi sueño hecho realidad, porque aunque esté lejos de casa, el transporte es directo desde mi ciudad y puedo ver a mi familia relativamente muy a menudo, y además tengo casa allí. Casi lloro de felicidad cuando me lo dijo. Salí temblando de allí, aunque luego tuve que volver para preguntar varias cosas que se me habían olvidado con las emociones.
Bueno, niños y niñas, ahí lleváis la historia de cómo cumplí este pequeño gran sueño, por si os apetece leerla. 
Buenos días.
                                                                                                                                         Lulú.

domingo, 22 de marzo de 2015

Amélie


Hola a aquellas personas que me lean de vez en cuando...
En mi día dedicado a mí, además de hacer unas cuantas manualidades, he decidido ver un par de películas que llevaba mucho tiempo queriendo ver.
En primer lugar he visto <<Dando la nota (pitch perfect)>>, que no está mal, pero que realmente es una americanada de cantarijos -como diría mi madre- perfecta si no te apetece pensar demasiado.
Tras eso, he pasado a ver Amélie. La verdad es que no me ha decepcionado en abosluto. Es más: me he enamorado de Nino, y es muy probable que se lo robe a Amélie y lo secuestre o algo, porque como él pocos quedan... O mejor dicho, ninguno.
Por lo que se ve a nadie ya le apetece soñar. Nadie disfruta de los pequeños detalles, ni colecciona momentos únicos. No. En lugar de eso, todos ahora hacen lo mismo, en los mismos sitios y a la misma hora.
Lo cierto es que si la envidia fuera tiña... ¡Daría lo que fuera por ser Amélie! Mataría por tener esa capacidad de ver la vida de otro modo, de ser lo suficientemente abnegada como para ofrecer mi tiempo sin esperar nada más a cambio que una sonrisa -la escena del ciego al que ayuda me partió el corazón-, pero sobre todo, mataría por encontrar a alguien que vea la vida de una forma parecida a como yo la veo.
De todos modos, esto solo pasa en las pelis. No todos los días te llega un físico y te explica por qué la ropa de los hombres es más brillante en luz violeta que la de las mujeres (véase Eddie Redmayne en <<La teoría del todo>>, otro personaje que me ha robado el corazón), ni un chico en moto que colecciona pisadas en cemento, risas raras y fotos rotas. Pero, ¿y si sí?
Habría que estar muy loco para hacer lo que Amélie hizo y jugar al ratón y el gato con un hombre que no conoce y que bien podía ser un psicópata, pero creo que en eso consiste tanto el espíritu del personaje como de la película: en soñar.
Sinceramente, no creo que sea casualidad que dicha película empiece con la frase: <<El  3 de septiembre de 1973, a las 18 horas, 20 minutos y 32 segundos, un moscón de la familia de las Calliphorides, capaz de batir las alas 14000 veces por minuto, se posaba en la calle Saint- Vincent de Montmartre>>, y que nos deje caer así como el que no quiere la cosa que la primera escena habla de Montmarte, el barrio bohemio de París, que es, además del barrio en el que vive la protagonista,

 cuna de las letras, del amor, de las artes y, sobre todo, de los sueños no solo de una cuidad, sino de una época.
Lulú.




Tenía que ponerla, aunque fuera en plan subliminal, porque me encanta y punto.



martes, 17 de febrero de 2015

Día de San Valentín

Hola a tod@s.
Este fin de semana pasado fue el día de San Valentín, y  en señal de protesta, algunos decidimos hacernos regalos entre nosotros aunque no tengamos pareja.
Pues bien, no es por fardar, pero mí me han hecho el mejor regalo del mundo. Es un vídeo que hace que recuerde que estoy rodeada de personas maravillosas que me quieren y me cuidan y que, aunque suene cursi, no podría vivir sin ellas.
La verdad es que paso de que esta sea una típica entrada de niñata que agradece a sus amigos lo buenos que son con ella y lo mucho que le chupan el culo, pero sí es cierto, y sin caer en el tópico, que ese vídeo me ha demostrado que con poco se puede hacer mucho, y que, realmente, lo que importa es la buena compañía para pasarlo bien, ya que, al fin y al cabo, esta gentecilla casi me ve más horas al día que mis padres (y no me han acuchillado todavía por quejica), y estoy cien por cien segura de que, esté donde esté el año que viene, ellos estarán en mi corazón, porque todas esas idioteces que hacemos y las risas que vivimos no se olvidan fácilmente, porque llevan la firma de unas personas que tampoco se olvidan.
En definitiva, y para acabar con este enorme pastelosismo y cursilería, quiero agradecerles no solo las ocasiones especiales, sino más que nada el día a día, porque gracias a ellos soy un poco más yo.

















P.D.: Mención especial al creador del vídeo. Te lo has currao'. Te perdono la deuda de ponis. <3



Lulú

miércoles, 28 de enero de 2015

El libro azul.

Buenos días a tod@s. Como ya se acerca el día de San Valentín, me pareció una buena oportunidad de ponerme ñoña y colgar un realto que he escrito y que voy a utilizar para varias cosas.
En un momento de lucidez, he decidido titularlo <<El libro azul>>. Allá va y espero que os guste.


Allí estaba yo, sentada en la parada de autobús. El día había sido tremendo, y yo solo tenía ganas de llegar a casa, dame una buena ducha, cenar algo y dormir. Solo quería que acabase todo ya.
Como tenía tiempo de sobra, decidí leer algo. Abrí mi bandolera hecha a mano, y saqué mi libro preferido. El libro, ajado por el tiempo, estaba envuelto en papel de regalo azul con pequeños lunares blancos, tras haber destrozado la portada una vez que me lo llevé a la piscina.
El libro parecía viejo, pero en realidad era todavía más viejo: mi abuela me lo dio cuando tenía nueve años, y ella ya lo había tenido antes, así que las páginas incluso amarilleaban.
No obstante, lo abrí y me puse a leer: primero, el título, y después, esa dedicatoria tan bonita del autor hacia su familia que siempre me había hecho como mínimo sonreír. Miré al cielo tras haber oído un trueno, y tuve la sensación de que nada podía ir peor aquel día.
Sin embargo, me armé de valor y con cuidado pasé esa página para que no se rompiera más de lo que ya estaba, y me metí de lleno en el libro. Capítulo uno. Aquellas primeras palabras de la narración describían a mi personaje favorito: un chico.
No tengo miedo de admitir que estoy profunda completa e irracionalmente enamorada de un personaje. Es solo que soy consciente de que no voy a encontrar a nadie igual que él.
Conforme voy pasando las páginas, casi puedo sentir la mirada de sus ojos grisáceos, sus hoyuelos o esa media sonrisa descarada que enseña unas paletas un poco torcidas. Casi puedo sentir el sonido de sus enormes manos golpeando las teclas del piano mientras se hace el café, que va a recoger con el pelo revuelto, de tanto tocar, o pensar, o vivir…
Nadie sabe lo mucho que lo he necesitado todo este tiempo. Nadie sabe las innumerables veces que me he refugiado en él cuando todo iba mal, o las innumerables veces que he imaginado que está ahí, a mi lado, abrazándome y diciendo que todo iba a ir bien cuando mi mundo se venía abajo y el miedo me calaba hasta los huesos.
Y es que él era así. No era el típico héroe que vuelve locas a todas las chicas. No. Era un chico totalmente normal y corriente, a veces incluso borde, como cualquier ser humano, pero en realidad, era más humano que muchos de ellos. Era un poco reservado, introvertido, como si quisiera ocultar un secreto… Eso era realmente lo que me fascinaba de él que era como las amatistas con un exterior común, pero con una piedra preciosa en el interior.
Solo tenía un pero: no era real. Por mucho que me hubiese gustado que lo fuera no era más que un mero pensamiento en la mente de un autor que, en algún momento de locura - o quizás de lucidez- se empeñó en enamorar a las chicas con alguien que jamás podrían encontrar.
Este pensamiento, unido a que parecía que llevaba siglos esperando al autobús, inundó mis ojos de lágrimas, y no pude evitar llorar desconsoladamente. Por suerte, el vehículo llegó justo a tiempo, y yo me dispuse a subir a él.
Ya estaba pagando cuando decidí levantar la vista hacia el paso de cebra que tenía delante, y, para mi sorpresa, ahí estaba él. Me miraba fijamente, con una media sonrisa, como si supiera que mataría por él. Me guiñó uno de sus ojos grises, cruzó la carretera y desapareció entre la gente.
<<Ahora o nunca>> pensé, y habiendo pagado y todo, me bajé del autobús de un salto y corrí tras el chico de mis sueños.
¿Era como yo creía que era? ¿Sabría quién era yo? Y, lo que es más, ¿era real o solo era un espejismo de mi mente cansada? No lo sé, pero lo iba a averiguar justo en aquel momento.

Ea, pues ahí lo tenéis. Es una lástima que yo sea una de esas personas que odian San Valentín y piensan que el amor es algo que se debe demostrar cada día ¿verdad?
Allá va mi toque personal.







Lulú

jueves, 15 de enero de 2015

Luces de Bohemia.

Hola.
En mi primera entrada en este nuevo y flamante blog, quería hablar de una de mis múltiples tareas escolares.
Estoy en segundo de bachillerato -también conocido como mi infierno personal-, ergo siempre tengo agujetas en el cerebro-.
No obstante, ahora vivo en un período de tranquilidad estudiantil (esto es como la inversa de <<después de la tormenta llega la clama>>), y me puedo permitir pequeños lujos tales como disfrutar de una de las numerosas lecturas obligatorias de mi cárcel.
Pues bien, la lectura en cuestión es el esperpento Luces de Bohemia, de Valle-Inclán. Esta lectura no era obligatoria del todo, pero sí lo era ver una adaptación cinematográfica de la misma (MUY buena, por cierto, pese a su antigüedad), y una servidora decidió comparar el libro con la película.
El libro es una obra de teatro estupenda. Para mí, el teatro es un género muy ameno, debido a la rapidez con la que se desarrolla la acción en el mismo (esto a veces no ocurre en una novela, y ya no hablemos de en un poema) pese a la opinión de muchos de mis compañeros.
No obstante, el objetivo de esta entrada no es hacer una crítica literaria de esta obra, que para mí es maravillosa, sublime, estupenda y todos los superlativos equivalentes, sino hacer una pequeña reflexión de la misma.
Debo reconocer que mientras veía la película, en varias ocasiones me sorprendía a mí misma negándole a la pantalla con indignación e incluso llorando. Quizás lo más trágico de todo esto es que no lloraba por el trágico (valga la redundancia) final del protagonista, sino por el trágico final de la sociedad española. O más bien por su trágico modo de ser en general.
Uno de los rasgos que más me llama la atención de la Generación del 98 es su cercanía a la actualidad. Personalmente, encuentro un paralelismo como una casa entre la sociedad en la que ellos vivían y en la que yo vivo.
Así, esta sociedad es como un individuo infectado que espera una ayuda humanitaria que no llega. Pero claro, ¿cómo va a llegar la ayuda si los individuos no juegan el papel de médicos, sino de parásitos? La sociedad enferma, mientras tanto, espera a que el antibiótico salvador llegue, pero es consciente de que queda mucho para ello. Quizás algún científico loco logre algo algún día (parece un trabalenguas), pero creo que se empieza a dar cuenta de que está destinada a morir.
De todos modos, ¿qué importa mi opinión, si solo soy un microorganismo que infecta al colectivo que es la sociedad? Aunque sea una bacteria, algún día quiero formar parte de la vacuna que enseñará a los hombres buenos los fracasos que se cometieron en el pasado y que ellos nunca deben volver a cometer. Supongo, por esto, que mi opinión importa... ¿A quién? No lo sé. Vivo en una sociedad que cambia la competitividad sana por la más corrupta indiferencia, una sociedad que hace de tripas corazón y de ojos que no ven, corazón que no siente.
En definitiva, vemos con el estómago: si mi barriga está llena, que le den al de al lado. Pero debo cuidar que no esté muy llena, porque si no, no podré entrar en ese vestido tan mono y caro que me he comprado.
Mi sociedad se rige por el conformismo, la falta de solidaridad y el dinero. Así, la personificación de ello en la obra la encontramos en Don Latino de Híspalis, a quien le da igual que su amigo ciego se muera mientras pueda robarle su cartera. En este país, tu mejor amigo es el que más daño te hace...
Al final va a resulta que Valle-Inclán no animalizaba la sociedad en su esperpento, sino que la sociedad, lamiendo la herida de su orgullo, se envalentona con el autor y decide creerse superiores al resto de seres, cuando no se da cuenta de que son mil veces inferiores. 
Al fin y al cabo, la sociedad sigue un proceso ridículo de selección natural en el que, pese a la falta de competitividad, todos luchamos entre nosotros por algo que desconocemos.
Este individuo infectado solo recibe cuidados paliativos para frenar el dolor que causa la septicemia, cuidados que parece que van a mejorar su situación, pero en realidad solo la adormecen, y la hacen quizás todavía más idiota de lo que ya es ( en palabras del autor: <<si eso es posible>>). Duerme, España, disfruta de tu sueño, del que espero que algún día despiertes con ánimos de vivir. Duerme, animal herido, orgullo magullado por el paso del tiempo y de los hombres. Duerme, pequeño país soleado, y despierta con la luz de un nuevo amanecer, acaso, más bello.
Mientras tanto, grande, Valle-Inclán, grande, España, y grande, indiferencia, somnífero de la población que muchas veces envidio, pero sobre todo, grande, insomnio, que quedas reflejado en estas letras que, espero que sin sonar prepotentes, hagan pensar a alguien al igual que yo pienso.
Buenas noches, genios embotellados. Espero que salgáis de la lámpara algún día y le concedáis deseos a quienes más los necesitan.
 Buenos días, mundo, hasta mañana por la mañana. 
Lulú.